Durante mi niñez, mi familia era como una gota de agua en un gran río; Nunca permanecíamos en un solo lugar por mucho tiempo. Nos mudamos a Rhode Island cuando tenía 8 años, y permanecimos ahí hasta que fui a la universidad en Colorado Springs. La mayoría de mis memorias son de cuando vivía en Rhode Island, pero hay fragmentos en mi mente de los muchos hogares en los que habité, cuando era mucho más joven.
La mayoría de estas memorias son poco claras y sin sentido – Como el perseguir a otro niño en el patio de una casa en Carolina del Norte, intentar construir una balsa detrás de un departamento en el que viví en Pennsylvania, y cosas como esas. Pero hay un puñado de memorias que permanecen tan claras como el vidrio, como si hubiesen ocurrido ayer.
Vivíamos en una casa en las afueras de la bulliciosa ciudad de New Vineyard, Maine. Era una casa grande, en especial para una familia de tres. Había una serie de cuartos que estaban totalmente desocupados, a los cuales no entré durante el tiempo en el que viví en esa casa. Supongo que era un desperdicio de espacio, pero era lo único que pudo rentar mi papá es que quedaba cerca de su trabajo.
Recuerdo que, en el día después de mi cumpleaños, tuve una fiebre tremenda. El doctor dijo que tenía mononucleosis lo que, para mí, significaba más fiebre y no poder salir a jugar por al menos tres semanas. Era un momento terrible para estar atado a la cama; Estábamos empacando para mudarnos a Pennsylvania, y la mayoría de mis cosas ya estaban dentro de cajas, dejando mi cuarto casi vacío. Mi mama me traía agua mineral y libros varias veces al día, los cuales servían como único entretenimiento durante estas semanas.
No recuerdo exactamente cómo conocí al Sr. Bocón. Creo que fue una semana después de que me diagnosticaron la mono. Mi primera memoria de la pequeña criatura fue de cuando le pregunté su nombre. Me dijo que lo llamara Sr. Bocón, porque tenía una boca enorme. De hecho, ahora que lo pienso, todo en su cara era enorme en comparación a su cuerpo- Su cabeza, sus ojos, sus arrugadas orejas-. Pero su boca, sin duda era lo más grande. [1] “Te pareces a un Furby”, le dije mientras miraba uno de mis libros.
El Sr. Bocón se detuvo y me miró extrañado. “¿Furby? ¿Qué es un Furby?” – Me preguntó.
“Tú sabes… El juguete peludo con orejas enormes, lo puedes acariciar y alimentar, casi como una mascota real.”
“¡Oh!.. Tú no necesitas uno de esos. No es lo mismo que tener un amigo real”.
Recuerdo que el Sr. Bocón se desaparecía cada vez que mi mamá iba a mi cuarto a revisarme. Se ocultaba bajo mi cama y me decía: “No quiero que tus papás me vean, tengo miedo de que ya no nos dejen jugar juntos”.
No hicimos mucho durante los primeros días. El Sr. Bocón, solo veía mis libros, fascinado con las imágenes e historias. Por ahí de la tercera o cuarta noche desde que lo conocí, me despertó con una gran sonrisa en su rostro. “Vamos a jugar un nuevo juego”, me dijo. “Pero tenemos que esperar hasta después de que tu mamá venga, porque es un juego secreto”.
Después de que mi mamá me trajera más libros y refresco, a la hora de siempre, el Sr. Bocón se deslizó desde debajo de la cama y tomó mi mano. “Tenemos que ir al cuarto que está al final del pasillo”, me dijo. Me negué al principio, pero el Sr. Bocón, insistió hasta que cedí.
El cuarto en cuestión, no tenía ni muebles ni tapiz. Lo único que lo distinguía era una ventana del lado opuesto a la puerta. El Sr. Bocón corrió a través del cuarto, y le dio un firme empujón a la ventana, dejándola un poco abierta. Entonces, él me insistió en que mirara hacia el piso de afuera.
Aunque estábamos en el segundo piso de la casa, la caída era más alta debido a que estábamos en una colina. “Me gusta jugar a fingir aquí”, me explicó el Sr. Bocón. “Finjo que hay un suave y enorme trampolín allá abajo, y brinco. Si lo crees con todas tus fuerzas, vas a ver qué rebotas hasta acá arriba, como una pelota. ¡Quiero que lo intentes!”
“Es muy alto”, le dije.
“¡Pero eso es lo divertido! No sería tan divertido si fuera una caída corta. De ser así, mejor si rebotaras en un trampolín real”.
Recuerdo haber jugado con la idea; Dejarme caer en el fresco aire, y rebotar en algo que mis ojos no podían ver. Pero lo realista en mí prevaleció. “Quizás en otra ocasión”, le dije. “No sé si tenga tanta imaginación. Podría lastimarme”.
La cara del Sr. Bocón se contorsionó con un gruñido, pero solo por un momento. Decepcionado, se metió debajo de mi cama, donde estuvo quieto el resto del día.
La mañana siguiente, el Sr. Bocón llegó con una pequeña caja. “Quiero enseñarte malabares”, me dijo. “Aquí hay algunas cosas que puedes usar como practica, antes de que te dé tu primera lección”.
Mire la caja; Estaba llena de cuchillos. “¡Mis papas me matarán!”, le grité horrorizado, pues el Sr. Bocón había traído a mi cuarto objetos que mis papás no me dejarían tocar ¡nunca!
El Sr. Bocon gruñó. “Es divertido jugar con esto. Quiero que lo intentes”.
Alejé la caja de mí. “No puedo. Me regañarán. Los cuchillos no son seguros para aventarse”.
Las cejas del Sr. Bocón se cerraron, molesto. Tomó la caja con los cuchillos, y se metió debajo de la cama, otra vez, durante todo el día. Me empezaba a preguntar qué tan seguido se la pasaba debajo de mí.
Desde ese entonces, empecé a tener problemas para dormir. El Sr. Bocón, me despertaba en la noche diciéndome que había puesto un trampolín real debajo la ventana, uno enorme que no podía ver en la oscuridad. Siempre me negué y trataba de volver a dormir, pero el Sr. Bocón persistía. Algunas veces, se quedaba a mi lado hasta el amanecer, animándome a saltar. Ya no era tan divertido jugar con él. Una mañana, mi mamá fue hacia mi cuarto, y me dijo que tenía permiso de ir a caminar afuera. Pensaba que el aire fresco sería bueno para mí, especialmente después de estar confinado a mi cuarto por tanto tiempo. Con emoción, corrí hacia el patio, esperando poder sentir el sol en mi cara.
El Sr. Bocón me estaba esperando. “Hay algo que quiero que veas”, me dijo. Debí darle una mirada fea, porque entonces me dijo: “Es seguro, no pasa nada, te lo prometo”.
Lo seguí hasta un viejo camino que corría a través de los bosques detrás de mi casa. “Este es un camino importante”, me explicó. “Tengo muchísimos amiguitos de tu edad. Cuando estuvieron listos, los llevé por este camino. A un lugar especial. Todavía no estás listo, pero algún día, espero, lo estarás”. Regresé a mi casa preguntándome qué tipo de lugar existía más allá de aquel camino.
Apróximadamente dos semanas después de conocer al Sr. Bocón, empacaron la última carga de cajas en el camión de mudanzas. Me fui adelante con mi papá, en un largo recorrido hacia Pennsylvania. Había considerado en decirle al Sr. Bocón que me iba, pero aun teniendo 5 años, sospechaba mucho de las intenciones de la criatura, a pesar de lo que me decía. Fue por esta razón que decidí no mencionar nada de mi mudanza.
Eran la 4:00 am cuando mi papá y yo estábamos en el camión. Mi papá esperaba llegar a Pennsylvania para la hora de la comida al día siguiente, con ayuda de una larga dotación de café y bebidas energéticas. Recuerdo que se parecía más a un tipo que estaba a punto de correr una maratón, que un tipo que se la pasaría sentado por un par de días.
“¿Muy temprano para ti, verdad?”
Afirmé con la cabeza, mientras la ponía en la ventana, esperando dormir un poco antes de que saliera el sol. Sentí la mano de mi papá en mi hombro. “Esta será la última mudanza, lo prometo. Sé que es difícil para ti, especialmente estando con esa enfermedad. Una vez que obtenga mi promoción, podremos quedarnos en un solo lugar, y entonces podrás hacer amigos”.
Cuando el camión comenzó a moverse, vi la silueta del Sr. Bocón en la ventana de mi cuarto. Parado, inmóvil, se despidió lastimosamente con su mano. No me despedí...
Años después, regresé a New Vineyard. El terreno donde se encontraba mi casa estaba vacío, a excepción de los cimientos. Resulta que la casa se quemó algunos años después de que yo y mi familia nos fuimos. Por curiosidad, busqué el camino que el Sr. Bocón me enseñó, y al encontrarlo, decidí seguirlo. Una parte de mí esperaba que el Sr. Bocón saltara sobre mí de repente, y me espantara dándome un infarto, pero tenía la sensación de que el Sr. Bocón, ya no se encontraba en ese lugar, como si de alguna manera él estuviese atado a la casa que ya no existe.
El camino llevaba a uno de los cementerios de New Vineyard.
Al ver muchas de las tumbas, pude darme cuenta que la mayoría, pertenecía a niños no mayores de 9 años.
Recorrí el cementerio entero y no podía dejar de notar todos los niños muertos. Mientras más caminaba, más niños habían. Al ver todo el cementerio, volví por donde vine. Mientras iba por ese camino, al igual que cuando iba, tenía el presentimiento de que el Sr. Bocón se lanzaría a asustarme, solo que esta vez era un sentimiento aún más fuerte y más desesperante, ya que pensaba que también querría terminar lo que empezó. Salí del camino, y nada pasó. Así que confirmé lo que antes había considerado. Al parecer el Sr. Bocón sí se había ido con la casa. Al pensar en esto, me fui de ahí, y seguí con mi vida normal, pensando que el Sr. Bocón ya no existía.
Al pasar los años, me gradué de la universidad de ingeniería civil, conseguí una esposa muy buena y trabajadora. Ella es doctora, y aún no tiene su especialidad, ya que al terminar quedó embarazada. Tuvimos nuestra hija. Una niña muy hermosa y saludable. Su nombre es Anabel y ya tiene dos años, y es igual a su padre, igual a mí. Mi esposa empezó la maestría en oftalmología y ya está cursando su segundo año. Sin embargo, algo muy hermoso interrumpió su carrera. Anne, mi esposa, quedó embarazada. Al saberlo mi esposa me lo comentó. Estaba muy feliz, hasta que me dijo algo qué estaba pensando. Me pidió que construyera una casa para que viviéramos todos. Nosotros, nuestros hijos y los que vendrán. Eso no es nada, estábamos bien acomodados económicamente, el problema era el lugar de construcción. Quería que nuestros hijos pudieran contemplar la misma alegría que yo cuando vivíamos en la casa del Sr. Bocón, pero por supuesto, ella no sabía nada de eso.
Pasaron los días y no podía dejar de pensar en eso, no podía permitir que mis hijos pasaran por eso, pero me di cuenta que no estaba preocupado por eso, sino porque había llegado el momento de enfrentar lo que me había pasado. Al final, pensé que estaba bien mudarnos ahí. Ya que mis hijos no vivirán encerrados como yo lo hacía, sino libres, y con la atención de sus padres. También recordé que el Sr. Bocón se había ido con la casa, y que no molestaría más. Me convencí de eso, y fui hasta mi esposa y le dije que empezaría la casa de inmediato, ya que acababa de terminar el edificio que construía.
Empecé a construir la casa sin cesar, terminé muy entusiasmado por tener una casa propia, que incentivaba a los trabajadores para que se apuraran. Mientras construía, mi esposa dio a luz. Era un bebé muy hermoso, un baroncito. Lo llamé Marcos, y al igual que su hermana nació muy saludable. Meses después, nos mudamos a la casa que construí. Era igual a la otra, cuando yo era niño, pero no tenía ninguna habitación desocupada, era la casa ideal para mis hijos. Al mudarnos, mis hijos se pusieron muy felices, ya que era una nueva experiencia para ellos. Mis hijos crecieron como cualquier otro, con el apoyo de sus padres, y estudiando en una escuela prestigiosa. Mi hija ya tiene 6 años, y mi hijo tiene 4. Siempre estaba con ellos, ya que tenía miedo que el Sr. Bocón apareciera. Pero mientras más tiempo pasábamos en la casa, más me olvidaba de eso.
Empecé a tener problemas económicos, no vendía nada. Solo nos basábamos en nuestros ahorros y en el trabajo de Anne. Las cosas se pusieron duras y cada vez más difíciles. Tenía que estar más presente en el trabajo, incluso en la casa estaba pendiente de eso, y ese fue mi error. Tanto Anne como yo empezamos a descuidar a nuestros hijos, solo pensábamos en dinero. Un día, mientras no estábamos, mi hijo empezó a ver cosas, las cuales les contó a mi hija, que desde ahí también empezó a verlas. Eso que veían era mi pesadilla más grande, el Sr. Bocón. Poco a poco se ganó la confianza de mis hijos, igual que yo de pequeño. Pero mis hijos no fueron tan fuertes como yo lo fui.
Un día fui a buscarlos a su habitación, ya que tenía mucho sin estar con ellos, y necesitaba su cariño. Entré a su cuarto y no estaban. Los busqué por toda la casa, de pie a cabeza, no los encontré. Ahí me acordé de lo que había pasado. Desesperadamente fui hacia el cementerio que el Sr. Bocón quería llevarme. Al entrar vi que todo estaba igual, pero desesperado recorrí el cementerio buscando a mis hijos y al Sr. Bocón. Desde lejos, pude ver dos tumbas separadas de las demás, y encima de ellas estaba el Sr. Bocón. Fui corriendo rápidamente y al llegar, él me dijo:
“¡Tarde! ¡Muy Tarde! Lo lamento, pero tuve que hacer eso, es que no me diste otra opción. Pero… Alguien tenía que sufrir las consecuencias de tus actos. Cuando te fuiste aquel día, sin siquiera despedirte… Nunca me olvidé de ti ¿Sabes? Incluso cuando veía mientras destruían mi casa. No podía dejar de pensar cómo fuiste el único niño que se escapó de mis manos. Tenía que hacer algo… Y tus hijos fueron el mejor remedio que pude pedir”
Al decirme todo esto, fui hacia él corriendo muy enojado y lo intenté agarrar. Pero al toparlo traspasé su cuerpo como si fuera una ilusión. Y volteándose hacia mí desapareció. Al volver a la casa, le dije a Anne lo sucedido. Y al ver la tumba de los niños me creyó. Destruí la casa y le dije a todo el mundo lo sucedido. Me internar en un manicomio, mientras que a mi esposa le dejaron libre. Pasé los siguientes años de mi vida lamentando todo lo pasado. Pensaba en mis hijos, en mi esposa, mis padres, en el Sr. Bocón. Son cosas que no podía dejar de pensar. Pero algo frustrante me preocupaba, tenía miedo de que alguien volviera a construir una casa en ese lugar.
Pasaban los años, y mientras Anne me visitaba nada pasaba con la casa, seguía destruida, tal como la dejé. Mi vejez se acerca, pero no me preocupo por eso. Solo me alegra que no tenga que revivir lo sucedido. Pasan los años, ya tengo mil arrugas en todo el cuerpo. Mi muerte se está acercando, ya lo vengo sintiendo desde hace mucho. Aun no se lo comento a Anne, no quiero preocuparla. Ya siento que la hora llega, siento como mi cuerpo no da para más. Me sentía feliz, ya que el Sr. Bocón nunca aparecería de nuevo. Tenía mucho sin tener decepciones, pero creo que la vida quería darme otra antes de morir.
Anne llegó, muy triste al parecer. Supuse que le entristecía mi muerte, y era cierto. Pero nada le entristecía más que decirme la verdad. Me miró a los ojos, y segundos antes de morir y sentir como la vida se me escapa me dijo: “Lamento decirte esto mi vida. Pero en el lugar de nuestra casa construirán un orfanato. ¡Lo Siento!”
Nunca pude superar esto, morí sabiendo que miles de niños iban a morir, igual que mis hijos. Igual como debí hacerlo yo.
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